domingo, 28 de março de 2010

Ignacio Vázquez- Truganini, la última tasmaniana

Baily, H. H. Queen Trucanini [i.e.Truganini], last Aborigine of Tasmania] [picture]

A Patricia Rocha

Existiendo millones de hispanoparlantes, no consigo imaginar cómo me sentiría si fuese, por días, por meses, por años, el último hablante de español. No se trata de no hablar más con mis abuelos, muertos hace más de 30 años; no de no hablar más con dos amigos entrañables que ya no están; no de no hablar más con gente que cambió de ciudad o de país. Esto es algo más radical:no hablar más el español, no volver a escucharlo, que alguien que habla una lengua extraña vaya anotando las palabras que me acuerdo para componer un diccionario. No tener a quien preguntar. No tener a quien pedir. Que no exista nadie que pueda escuchar mi secreto. Que un alto paredón de sordera semántica se levante entre el mundo y mi oído interior. Que sólo yo entienda los juegos de palabras.

A veces, en los aeropuertos o en las calles de otro país, escuchar hablar en español o adivinar un acento hispanoamericano borra nuestra timidez: nos presentamos, preguntamos o ya adivinamos de dónde es la persona que habló en español, nos alegramos del mutuo alivio de convertirnos en una pequeña isla de inteligibilidad, contamos nuestras vidas. Imagino que la vida de esta mujer de Tasmania, Truganini, habrá sido, a partir de algún momento preciso la infinita, sombría y sofocante imagen contraria: una mujer que espera, perpetuamente, en un aeropuerto donde ningún tasmaniano hará su check-in, o en calles donde ningún tasmaniano irá consultando una guía Michelin o sacando fotos.

La depresión, el vacío, la náusea de Sartre tuvo-tiene- lectores, comentaristas, exégetas,traductores y epígonos. Procuro entrever un existencialismo marginal, mucho más crudo y, lo que es peor, definitivo. Sartre, al menos, tenía para quien escribir. Imagino a Sartre explicándole a Truganini que el hombre es un ser en sí para sí. Imagino, entonces, la cara de Truganni.

Imagino a Michel Onfray explicándole a Truganini que una política libertaria exige un cambio de perspectiva; y que si ella no entiende que eso implica poner la política bajo el yugo de la ética, quiere decir que ella no entiende nada. Imagino, también, la cara de Truganini.

Imagino a Martin Heidegger preguntándole, a esta mujer sufriente, por qué existe el ser y no más bien la nada.

Imagino la boca de Truganini abriéndose de asombro para luego pedirle que repita la pregunta en su lengua.

También imagino que Truganini entiende la pregunta y se abstiene, por vergüenza ajena, de responder.

5 comentários:

  1. Lisarda, é realmente uma situação extrema de um peso trágico incomensurável. Não posso me imaginar sem minha via original de diálogo, sem mãe nas minhas palavras, sem família para elas. Impressionante este post.

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  2. No Brasil de hoje vivem aproximadamente 400 mil índios de 200 etnias indígenas e 170 línguas. Isso também ocorre por aqui. Até que um dia o último sobrevivente de uma cultura desaparece levando consigo a lingua, a linguagem e a história. Parabéns pelo post.

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  3. Lisarda, estive pensando em como deve ser terrível a sensação de ser extinto, porque ser extinto é muito mais do que ser morto, porque apenas morrer é ainda estar dentro do ciclo, dentro do todo, mas se o fim do fim, a extinção personificada, deve ser o que há de mais solitário e sofrido no existir.

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  4. Bípede, sí, é ima situação límite. Tentei imaginarla e terminé pensando en um díalogo-siquiera impossível, mas diálogo.

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